martes, 10 de diciembre de 2013

Pobreza Energética en España

"LA POBREZA ENERGÉTICA CAUSA MÁS DE 2000 MUERTES EN ESPAÑA"

La luz vuelve a subir de precio y vemos cómo la energía en general es cada vez más cara. La pobreza energética es un factor que está creciendo en España alimentado por la crisis y la mala gestión de los recursos y, lo que es peor, tiene visos de seguir subiendo dadas las circunstancias que nos rodean. Sergio Tirado Herrero, director del estudio ‘Pobreza energética en España’ y miembro fundador de la Asociación de Ciencias Ambientales (ACA), apunta que sería aconsejable un plan multidisciplinar para hacer frente a esta situación y conseguir cambiar la tendencia.

¿Qué es la pobreza energética?

Se pueden encontrar varias definiciones en la literatura especializada. A pesar de sus diferencias, son más bien complementarias porque se refieren todas a una realidad común: el hecho de que haya hogares que no puedan permitirse satisfacer sus necesidades de servicios de la energía doméstica (calefacción, agua caliente, electrodomésticos, iluminación, cocina, etc.). 

Tradicionalmente, en el estudio de la pobreza energética, se ha dado más importancia a la calefacción porque este servicio de la energía es normalmente el que más peso tiene en la factura energética del hogar y porque habitar una vivienda con temperaturas demasiado bajas tiene efectos demostrados sobre la salud humana.


¿Es cierto que es causa de más de 2.000 muertes prematuras en España?

Cuando preparamos nuestro estudio sobre pobreza energética en España, sabíamos que esta cifra sería atractiva para los medios de comunicación y tratamos de ser cautelosos. Para ello, calculamos primero la mortalidad adicional de invierno en España en el periodo 1997-2010 a partir de las estadísticas de movimiento natural de población del INE. De acuerdo con este cálculo, anualmente se registran en España 23.300 muertes más en los meses de invierno (de diciembre a marzo) que en el resto de meses del año. 

De acuerdo con estudios llevados a cabo en el Reino Unido, entre un 10% y 40% de la mortalidad adicional de invierno se debe a la pobreza energética. A partir de estas cifras, estimamos que la pobreza energética es causa en nuestro país de entre 2.300 y 9.300 muertes prematuras al año, por encima del número de víctimas de accidente de tráfico en carretera en España (1.301 en 2012). Se trata en cualquier caso de una estimación muy preliminar basada en una transferencia de resultados del Reino Unido al caso español. Sería necesario un análisis específico de la mortalidad de invierno en España para tener estimaciones más fiables.


¿Cómo está España en relación a la comparativa con nuestros vecinos europeos?

De acuerdo con los indicadores de la Encuesta de Condiciones de Vida (EU SILC) de Eurostat, la incidencia de la pobreza en España está ligeramente por debajo de la media de la UE. Por ejemplo, en 2011 el 6% de la población española se declaraba ser incapaz de mantener su hogar a una temperatura adecuada en invierno, frente al 10% del promedio de la UE. Estas cifras están bastante por debajo de las registradas en los Estados Miembros con los valores más elevados de la UE (Bulgaria: 46%; Portugal: 27%) para este indicador subjetivo de pobreza energética.

Tal vez no tenga nada que ver pero no deja de ser paradójico que la pobreza energética sea un problema en un país en el que el clima es mediterráneo...

Uno de los investigadores pioneros en el campo, el irlandés Jonathan D. Healy, ya detectó hace casi diez años tasas elevadas de falta de confort térmico en el hogar en los Estados Miembros del Mediterráneo durante la década de los 1990. Según estadísticas del Panel de Hogares de Eurostat empleado por Healy, a mediados de los noventa del siglo pasado, cerca del 50% de los hogares españoles decían ser incapaces de mantener su vivienda a una temperatura adecuada durante el invierno. 

En la actualidad, países mediterráneos como Portugal o Chipre siguen mostrando algunos de los valores más elevados de la UE para este indicador. Esto puede deberse, por una parte, a las características del parque residencial de estas regiones, que está poco preparado para las semanas de frío más o menos intenso que se dan en invierno. El caso típico es el de un hogar ocupando una vivienda mal aislada en la que no existe de un sistema de calefacción preinstalado, así que tiene que recurrir a alternativas caras como calefactores eléctricos portátiles, para aun así pasar frío. 

Otra razón puede ser que las expectativas sobre lo que debe ser una temperatura de confort en el hogar sean diferentes (más altas) en zonas mediterráneas, dado el clima más templado que se disfruta en estas zonas a lo largo del año.


¿Por qué surge este problema? ¿Es una cuestión únicamente de dinero, de no poder pagar la factura eléctrica que sube para mantener los hogares a una temperatura adecuada?

Tradicionalmente se han considerado tres factores responsables de la pobreza energética: precios de la energía doméstica, ingresos del hogar y eficiencia energética de la vivienda. Visiones más actualizadas del problema ponen el foco en la vulnerabilidad del hogar. Hay hogares vulnerables a la pobreza energética no solo por sus bajos ingresos per cápita y por tanto porque su capacidad de compra – de energía y otros bienes y servicios – es menor, sino también porque tienen ciertas características y menos capacidades para salir de esa situación. 

Pueden ser, por ejemplo, familias monoparentales con niños pequeños, a los que se trata de garantizar a toda costa su confort térmico, y con falta de redes familiares de apoyo; pensionistas que viven solos y pasan mucho tiempo una vivienda demasiado grande para sus necesidades (tras la emancipación de los hijos) y no se plantean hacer una reforma por su avanzada edad; enfermos crónicos con una pensión de incapacidad que apenas salen a la calle, etc.


El precio de la electricidad sigue subiendo, tenemos encima de la mesa el problema del déficit tarifario… Con estos parámetros ¿qué perspectivas manejan?

Lo que hemos visto en nuestro informe de la Asociación de Ciencias Ambientales de 2012 es un aumento de la tasa de pobreza energética ocurrida en paralelo a un rápido incremento del peso de los gastos de energía (sobre todo en electricidad) en el presupuesto de los hogares que no ha sido compensado –más bien al contrario– por la evolución de los ingresos de los hogares. 

En el fondo de estas tendencias están, en primer lugar, el deterioro de las economías domésticas por efecto del aumento del paro y las medidas de austeridad. Además, en estos últimos años también se han puesto de manifiesto las deficiencias del sistema de regulación y fijación de precios de la electricidad, del que el déficit de tarifa es probablemente el síntoma más claro. Dado que no se espera una mejora de la situación económica del país en el corto plazo, nuestro pronóstico es claro: las tasas de pobreza energética seguirán aumentando en España en los próximos años.


Es un problema que la arquitectura puede ayudar a erradicar atendiendo a los materiales más adecuados para el mantenimiento de las temperaturas idóneas…

La pobreza energética es un fenómeno que tiene ver tanto con la renta de los hogares (es decir, sus ingresos) como con el capital que tienen y utilizan (es decir, la eficiencia energética de la vivienda y sus equipamientos). Sobre esos dos aspectos habría que incidir para su resolución. En un escenario ideal, el parque residencial de viviendas seria rehabilitado para evitar que incluso los hogares de rentas más bajas tengan problemas para pagar las facturas de la energía. 

Tecnologías como la casa pasiva permiten tanto construir como rehabilitar viviendas que garantizan el confort térmico con un consumo de energía que puede ser hasta diez veces más bajo que el de una vivienda convencional. Eso conllevaría un programa de inversiones ambicioso y sostenido en el tiempo, que debería además ser una pieza fundamental de la estrategia energética y de cambio climático de España. Esa transición ideal hacia un parque residencial supereficiente está sin embargo plagada de dificultades relacionadas con la financiación de estas inversiones, el gran número de hogares participantes, la capacidad de las empresas del sector de rehabilitación de ofrecer los estándares de calidad esperados, etc. 

Además, dado que esa transición requeriría decenios para completarse, serían necesarias medidas paliativas, tipo bono social y rentas de apoyo, diseñadas de tal manera que beneficien de forma equitativa y eficiente a los hogares en pobreza energética. 

Se trataría de un programa de inversión con múltiples efectos positivos complementarios entre sí ya que permitiría erradicar progresivamente la pobreza energética, reducir la dependencia energética, mejorar la calidad del aire urbano y luchar contra el cambio climático. Puede pensarse que tendría efectos positivos netos sobre el empleo ya que sustituiría la compra de combustibles fósiles en el extranjero por inversión nacional, aunque una estimación precisa requeriría un análisis dinámico del impacto de la inversión en eficiencia energética sobre los niveles de empleo.


¿De qué modo podemos cada uno en nuestra casa contribuir a mejorar estos niveles de pobreza energética?

Con independencia de si un hogar está en pobreza energética o no, se puede contribuir apoyando iniciativas que reclaman una mayor transparencia y un mejor funcionamiento de los mercados de la energía, uniéndose por ejemplo a la primera compra de electricidad por hogares que ha organizado la Organización de Consumidores y Usuarios (OCU). 

Los hogares en pobreza energética o en riesgo de estarlo pueden revisar sus contratos con sus distribuidores de energía para asegurarse de que no están pagando más de lo que deberían tanto en el término de potencia como en el de consumo, informarse para no dejar de percibir las ayudas disponibles (como el bono social), y adoptar algunas medidas sencillas como poner cercos de silicona u otros aislantes de bajo coste en ventanas y puertas, instalar sistemas de calefacción basados en la biomasa, etc.


¿Qué papel juegan las energías renovables de cara a la solución de este problema?

Las energías renovables son un instrumento clave para la lucha contra el cambio climático, aunque también se adoptan con otros fines como son reducir la dependencia energética y las emisiones de gases con efectos sobre la salud y los ecosistemas. Sin embargo, su impacto sobre la pobreza energética no es neutro. En Alemania, se ha señalado el rápido crecimiento de las renovables en su mix energético como causa de un aumento de los precios de la energía doméstica, lo que debería generar ciertas cautelas cuando menos. 

En España, las renovables han sido acusadas de estar detrás del incremento del déficit de tarifa y por tanto, indirectamente, de aumentos en el precio de la electricidad. Los defensores de estas tecnologías afirman sin embargo que las ayudas que reciben en forma de primas (del orden de los miles de millones de euros al año) se compensan por su efecto de contención o reducción de precios en las subastas mayoristas. 

Además, la instalación de paneles fotovoltaicos para autoconsumo, cuyo de coste de inversión se ha reducido mucho en los últimos años, “representa una presión competitiva” que serviría para “disciplinar” al sistema eléctrico español, de acuerdo con un reciente informe de la Comisión Nacional de la Competencia. Es decir, la instalación de potencia fotovoltaica descentralizada podría generar incentivos para aumentar la competencia en el mercado eléctrico y eventualmente reducir los precios que soportan los usuarios domésticas.


¿Va a contribuir a mejorar la situación la obtención del certificado energético?

El certificado energético de viviendas es un instrumento que debería generar las condiciones, junto con otras medidas relacionadas, para aumentar progresivamente la eficiencia energética del parque de viviendas de la UE, lo que será beneficioso en términos de pobreza energética. Pero sus efectos a corto plazo son inciertos, en mi opinión. Por una parte, ayudará a los hogares vulnerables a estimar de antemano su factura de energía doméstica. 

Por otra parte, puede producirse una cierta segmentación del mercado, de manera que las viviendas con calificación más alta tengan precios comparativamente más elevados que antes, forzando a los hogares vulnerables, con menor renta, a ocupar viviendas de peor calificación.