La Agencia Espacial Europea lanza con éxito al espacio el Sentinel-1A, el primer instrumento de alta precisión diseñado específicamente para observar el medio ambiente de forma permanente.
Una de las mejores estrategias para entender los problemas es alejarse y tomar perspectiva. Esto es precisamente lo que hará posible a partir de ahora Sentinel-1A, el primer satélite del programa Copernicus de la Agencia Espacial Europea (ESA, por las siglas en inglés).
El despegue de la nave Soiuz que transportaba el Sentinel-1A se produjo este jueves día 3 a las 23:02 (hora peninsular española) desde el Centro Espacial Europeo en Korou (Guayana francesa). El satélite europeo ha sido situado con éxito en la órbita desde la que está previsto que trabaje durante los próximos siete años.
El programa Copernicus inicia una nueva era en la observación y estudio de la superficie de la Tierra y los problemas ambientales, facilitando el acceso a imágenes y datos sobre situaciones tan variadas como el vertido de contaminantes al mar, la evolución del hielo superficial o los cambios en el uso de la tierra y los bosques.
La familia de satélites Sentinel ayudará también a recoger información en tiempo real sobre desastres naturales (terremotos, inundaciones, sequías) y facilitar el trabajo de las operaciones humanitarias. Entre las ventajas de este nuevo tipo de satélites destaca la capacidad de sus cámaras y sensores para trabajar incluso en situaciones de alta nubosidad, lluvia y oscuridad.
Sentinel-1 dispone también de un láser para transmitir datos al Sistema de retransmisión europea EDRS, para la entrega rápida a la Tierra. EDRS es una red de estaciones terrestres y varios satélites en órbita geoestacionaria diseñada para transmitir datos.
Equipos de captación y transmisión de datos
El mayor ingenio asociado al satélite, que tendrá una vida útil de siete años, es su radar SAR (Radar de Apertura Sintética, por sus siglas en inglés), un artilugio de 12 metros que estudiará la superficie terrestre a través del "eco" de microondas enviadas desde sus 700 kilómetros de altitud.
"En situaciones de crisis, se utilizará para aportar una respuesta rápida a desastres como inundaciones y terremotos" y "vigilará rutinariamente las rutas marítimas, cartografiará el hielo y aportará información sobre vientos y olas para el tráfico marítimo y sobre los cambios en la forma de utilizar la superficie", resumen los responsables de la ESA.
Ese tipo de aplicaciones se traducen, por ejemplo, en la capacidad del Sentinel-1A para trazar mapas de las zonas afectadas por terremotos o inundaciones, de forma que aportará a los servicios de emergencia datos precisos para mejorar las tareas de rescate, según detalla Efe.
El primero de estos vigías europeos, el programa de mayor envergadura de la ESA tras la constelación Galileo llamada a competir con el GPS estadounidense, cubrirá la superficie de Europa, Canadá y las principales rutas marítimas cada tres días, aunque visitará el Ártico hasta 14 veces cada 24 horas.
Una de las características más innovadoras del programa Copernicus es que la gran cantidad de información que conseguirán satélites como Sentinel-1A (en este caso, 2,5 terabites al día) estarán a disposición libre y gratuita de todas las instituciones que lo deseen, con el objetivo contribuir al estudio y protección del medio ambiente y la atención a las situaciones de crisis por desastres naturales, según destaca la ESA.
El satélite Sentinel-1A es un equipo de 2.300 kilos -incluidos los dos paneles solares de 10 metros de largo cada uno para suministro eléctrico- que trabajará en paralelo con un satélite gemelo (Sentinel-1B) que será lanzado al espacio próximamente.
Uno de los proyectos estrella de la ESA
El programa Copernicus completo cuenta con un presupuesto global de unos 7.500 millones de euros y será el mayor sistema civil puesto en servicio hasta ahora con el objetivo concreto de estudiar el medio ambiente terrestre. La ESA tiene previsto poner en órbita seis misiones centinela.
El Sentinel-2 aportará imágenes de la vegetación y las zonas costeras, el siguiente artefacto proporcionará información sobre la temperatura del suelo o el color de los océanos, y así seguirá poblándose durante la próxima década esa constelación permanente de observación de la Tierra.
La ESA calcula que los trabajos que se realizarán gracias a este proyecto reportarán unos beneficios directos e indirectos de unos 30.000 millones de euros.